"EL ÁRBOL DEL ORGULLO" Y "LA PAGODA DE BABEL" DE CHESTERTON
En
esta ocasión elegí dos minificciones de Chesterton, ambos relatos
se encuentran en su libro de cuentos El hombre que sabia demasiado;
el primer relato nos narra una leyenda sobre un árbol que en vez de dar hojas, da plumas; el segundo, nos narra como una torre la cual queria ser tan grande para llegar al cielo es derrumbada. Espero ls guste.
EL ÁRBOL DEL ORGULLO
Si
bajan a la Costa de Berbería, donde se estrecha la última cuña de
los bosques entre el desierto y el gran mar sin mareas, oirán una
extraña leyenda sobre un santo de los siglos oscuros. Ahí, en el
límite crepuscular del continente oscuro, perduran los siglos
oscuros. Sólo una vez he visitado esa costa; y aunque está enfrente
de la tranquila ciudad italiana donde he vivido muchos años, la
insensatez y la transmigración de la leyenda casi no me asombraron,
ante la selva en que retumbaban los leones y el oscuro desierto rojo.
Dicen que el ermitaño Securis, viviendo entre árboles, llegó a
quererlos como a amigos; pues, aunque eran grandes gigantes de muchos
brazos, eran los seres más inocentes y mansos; no devoraban como
devoran los leones; abrían los brazos a las aves. Rogó que los
soltaran de tiempo en tiempo para que anduvieran como las otras
criaturas. Los árboles caminaron con las plegarias de Securis, como
antes con el canto de Orfeo. Los hombres del desierto se espantaban
viendo a lo lejos el paseo del monje y de su arboleda, como un
maestro y sus alumnos. Los árboles tenían esa libertad bajo una
estricta disciplina; debían regresar cuando sonara la campana del
ermitaño y no imitar de los animales sino el movimiento, no la
voracidad ni la destrucción. Pero uno de los árboles oyó una voz
que no era la del monje; en la verde penumbra calurosa de una tarde,
algo se había posado y le hablaba, algo que tenía la forma de un
pájaro y que otra vez, en otra soledad, tuvo la forma de una
serpiente. La voz acabó por apagar el susurro de las hojas, y el
árbol sintió un vasto deseo de apresar a los pájaros inocentes y
de hacerlos pedazos. Al fin, el tentador lo cubrió con los pájaros
del orgullo, con la pompa estelar de los pavos reales. El espíritu
de la bestia venció al espíritu del árbol, y éste desgarró y
consumió a los pájaros azules, y regresó después a la tranquila
tribu de los árboles. Pero dicen que cuando vino la primavera todos
los árboles dieron hojas, salvo este que dio plumas que eran
estrelladas y azules. Y por esa monstruosa asimilación, el pecado se
reveló.
De
The Man Who Knew Too Much (1922), de G. K. CHESTERTON
LA
PAGODA DE BABEL
—Ese
cuento del agujero en el suelo, que baja quién sabe hasta dónde,
siempre me ha fascinado. Ahora es una leyenda musulmana; pero no me
asombraría que fuera anterior a Mahoma. Trata del sultán Aladino;
no el de la lámpara, por supuesto, pero también relacionado con
genios o con gigantes. Dicen que ordenó a los gigantes que le
erigieran una especie de pagoda, que subiera y subiera hasta
sobrepasar las estrellas. Algo como la Torre de Babel. Pero los
arquitectos de la Torre de Babel eran gente doméstica y modesta,
como ratones, comparada con Aladino. Sólo querían una torre que
llegara al cielo. Aladino quería una torre que rebasara el cielo, y
se elevara encima y siguiera elevándose para siempre. Y Dios la
fulminó, y la hundió en la tierra abriendo interminablemente un
agujero, hasta que hizo un pozo sin fondo, como era la torre sin
techo. Y por esa invertida torre de oscuridad, el alma de! soberbio
Sultán se desmorona para siempre.
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