Minificciones de León Tolstoi, parte 1.
Decidí dividir esta nueva sección en tres partes muy interesantes. El tema es: los cuentos de Tolstoi, por lo mismo ocuparé varios títulos, en su caso, la mayoría son minificciones ; esto se debe a que son de mayor rapidez en su lectura. Por primera ocasión, publicaré los cuentos del autor , estos al ser cortos, no requieren de mucho espacio.
Ésta primera parte comprende tres minificciones de nombre : el perro muerto, mil monedas de oro y los dos hermanos.
El primero cuento comprende la narración de un perro el cual ha muerto de forma trágica, pero el salvador de mundo cristiano , Jesús, ve en él una belleza pura.
EL PERRO MUERTO
Jesús llegó una tarde a las puertas de una ciudad e hizo adelantarse a
sus discípulos para preparar la cena. El, impelido al bien y a la
caridad, internóse por las calles hasta la plaza del mercado.
Allí vio en un rincón algunas personas agrupadas que contemplaban un
objeto en el suelo, y acercóse para ver qué cosa podía llamarles la
atención.
Era un perro muerto, atado al cuello por la cuerda que había servido
para arrastrarle por el lodo. Jamás cosa más vil, más repugnante, más
impura se había ofrecido a los ojos de los hombres.
Y todos los que estaban en el grupo miraban hacia el suelo con desagrado.
- Esto emponzoña el aire - dijo uno de los presentes.
- Este animal putrefacto estorbará la vía por mucho tiempo - dijo otro.
. Mirad su piel - dijo un tercero -; no hay un solo fragmento que pudiera aprovecharse para cortar unas sandalias.
- Y sus orejas - exclamó un cuarto - son asquerosas y están llenas de sangre.
- Habrá sido ahorcado por ladrón - añadió otro.
Jesús les escuchó, y dirigiendo una mirada de compasión al animal inmundo:
- ¡Sus dientes son más blancos y hermosos que las perlas! - dijo.
Entonces el pueblo, admirado, volvióse hacia El, exclamando:
- ¿Quién es éste? ¿Será Jesús de Nazaret? ¡Sólo El podría encontrar de
qué condolerse y hasta algo que alabar en un perro muerto...!
Y todos, avergonzados, siguieron su camino, prosternándose ante el Hijo de Dios.
La segunda narración escrita por Tolstoi nos hace mención sobre un rico que quiere repartir mil monedas de oro a los pobres, pero este no sabe como hacerlo. Se le ocurre ir a la iglesia para que se le aconsejara de mejor manera y es ahí donde le surge una idea.
MIL MONEDAS DE ORO
Un hombre rico quiso repartir mil monedas de oro a los pobres, pero como no sabía a cuáles pobres debía darlas, fue en busca de un sacerdote, y le dijo:
--Deseo dar mil monedas de oro a los pobres, mas no sé a quiénes. Tomad el dinero y distribuidlo como queráis.
El sacerdote le respondió:
--Es mucho dinero, y yo tampoco sé a quiénes darlo, porque acaso a unos daría demasiado y a otros muy poco. Decidme a cuáles pobres es preciso dar vuestro dinero y qué cantidad a cada uno.
El rico concluyó:
--Si no sabéis a quién dar este dinero, Dios lo sabrá: dadlo al primero que llegue.
En la misma parroquia vivía un hombre muy pobre, que tenía muchos hijos y que estaba enfermo y no podía trabajar. Este pobre leyó un día en los salmos: Yo fui joven y he llegado a viejo, y no he visto nunca a un justo desamparado y a sus hijos reducidos a mendigar.
Pensó el pobre:
--¡Ay de mí! Estoy abandonado de Dios, y, sin embargo, no he hecho nunca mal a nadie... Iré en busca del sacerdote y le preguntaré cómo es posible se encuentre una mentira semejante en las Escrituras.
Y salió en busca del sacerdote; y al presentarse, el sacerdote se dijo:
--Este pobre es el primero que llega: le daré las mil monedas de oro del rico
LOS DOS HERMANOS
La última minificción nos enseña como uno puede estar o no estar de acuerdo con las ideas del otro. Dos hermanos emprenden un viaje, en medio de este surge una inscripción en una piedra; uno esta de acuerdo en hacerla, el otro no. Es aquí cuando los ideales nos muestran que nadie esta en lo correcto, no existe verdad absoluta.
Dos hermanos viajaban juntos; hacia el medio día tendiéronse en el bosque para descansar.
Cuando despertaron vieron cerca de ellos una piedra, con una inscripción; la descifraron y esto fue lo que leyeron:
Que quien encuentre esta piedra camine por el bosque hacia el Oriente; que en su camino hallará un río; que lo atraviese; a la otra ribera verá a una osa con sus oseznos; que coja los oseznos y escape a la montaña sin volverse. Allí verá una casa, y en aquella casa encontrará la dicha.
Entonces dijo el menor al mayor:
--Vamos juntos; quizá podamos atravesar el río, coger los oseznos, llevarlos a aquella casa y encontrar ambos la dicha.
Pero el mayor replicó:
--No iré en busca de los osos, ni te aconsejo que lo hagas. En primer lugar, porque nada prueba la veracidad de esta inscripción, que acaso sea una broma; en segundo, porque es muy posible que la hayamos leído mal; y en tercero, aun admitiendo que eso sea la verdad, pasaremos la noche en el bosque, no hallaremos el río y nos extraviaremos. Y aun cuando hallásemos el río, ¿podríamos pasarlo? Quizá sea muy ancho y su corriente rápida. Mas, dado que lo pasásemos, ¿crees cosa fácil apoderarse de los oseznos? La osa nos degollaría, y en vez de la dicha encontraríamos la muerte. Por otra parte, aunque consiguiéramos apoderarnos de los oseznos, no nos sería posible escapar sin que descansásemos sino hasta haber llegado a la montaña. Por último, allí no se ve qué dicha es la que se encuentra en aquella casa; quizá sea una dicha de la que nada podamos hacer.
Y el hermano menor repuso:
--No soy de tu opinión; sin objeto no se escribió eso en esta piedra. El sentido de la inscripción es claro y preciso. Desde luego, no hay que correr tan gran peligro. En segundo lugar, si no vamos nosotros podrá otro descubrir esta piedra, hallar la dicha en lugar nuestro y nosotros no obtendremos nada. Por otra parte, nada se consigue sin esfuerzo. Y, además, yo no quiero pasar por cobarde.
A lo que dijo el hermano mayor:
--Sabes el proverbio: "La codicia rompe el saco", o aquel otro: "Más vale pájaro en mano que ciento en el aire".
Replicó el menor:
--Y yo he oído decir: "Quien no se arriesga no pasa la mar", y también: "Bajo una piedra inmóvil no corre el agua". Pero me parece que es hora de partir.
Marchó el menor y el otro se quedó.
Un poco más lejos, en el bosque, el menor encontró un río, lo atravesó, y junto a la orilla vio una osa que dormía; cogió los oseznos y, sin volver la cabeza, echó a correr hacia la montaña. En cuanto llegó a la cima, una multitud de gente salió a su encuentro y transportóle a la ciudad,donde se le nombró rey.
Reinó cinco años; al sexto, otro soberano más fuerte que él le declaró la guerra, se apoderó de la ciudad y le expulsó.
Entonces, el hermano menor erró de nuevo y volvió a la casa del mayor, que vivía pacíficamente en el campo, ni rico ni pobre.
Ambos hermanos sintieron mucho gusto contándose su vida.
--Bien ves-díjole el mayor-que yo estaba en lo cierto. He vivido sin sobresaltos, y tú, que fuiste rey, piensa cuán atormentada fue tu vida.
Respondió el menor:
--No deploro mi aventura del bosque; cierto que ahora ya no soy nada; pero tengo, para embellecer mi vejez, el corazón lleno de recuerdos, mientras que tú no los tienes.
FIN
Espero que esta publicación haya sido de su agrado, próximamente publicaré la parte 2.