viernes, 31 de julio de 2015

"El viejo del puente" de Ernest Hemingway

"El viejo del puente" de Ernest Hemingway

El relato nos muestra a un anciano cansado de caminar , el cual intercambia una unas palabras con un soldado. Lo importante del texto, es que sucedió; Hemingway fue el soldado que vio al viejo , y fue el segundo el cual le relató que dejaba su casa a causa de la guerra. Espero les guste.

Un viejo con gafas de montura de acero y la ropa cubierta de polvo estaba sentado a un lado de la carretera. Había un pontón que cruzaba el río, y lo atravesaban carros, camiones y hombres, mujeres y niños. Los carros tirados por bueyes subían tambaleándose la empinada orilla cuando dejaban el puente, y los soldados ayudaban empujando los radios de las ruedas. Los camiones subían chirriando y se alejaban a toda prisa y los campesinos avanzaban hundiéndose en el polvo hasta los tobillos. Pero el viejo estaba allí sentado sin moverse. Estaba demasiado cansado para continuar.
Mi misión era cruzar el puente, explorar la cabeza de puente que había más allá, y averiguar hasta dónde había avanzado el enemigo. La cumplí y regresé por el puente. Ahora había menos carros y poca gente a pie, y el hombre seguía allí.
-¿De dónde viene? -le pregunté.
-De San Carlos -dijo, y sonrió.
Era su ciudad natal, por lo que le llenó de satisfacción mencionarla, y sonrió.
-Cuidaba de los animales -explicó.
-Oh -dije, sin entenderlo del todo.
-Sí -dijo-, ya ve, me quedé cuidando de los animales. Fui el último que salió de San Carlos.
No tenía pinta de pastor ni de vaquero, y tras observar su ropa negra y cubierta de polvo, su rostro gris cubierto de polvo y sus gafas de montura de acero, dije:
-¿Qué animales eran?
-Animales diversos -dijo negando con la cabeza-. Tuve que dejarlos.
Yo estaba contemplando el puente y el aspecto de paisaje africano del delta del Ebro y me preguntaba cuánto tardaríamos en ver al enemigo, y todo el rato estaba atento por si oía los primeros ruidos que delataran ese misterioso suceso denominado contacto, y el hombre seguía allí sentado.
-¿Qué animales eran? -pregunté.
-En total tres clases de animales -explicó-. Había dos cabras y un gato y cuatro pares de palomos.
-¿Y los ha dejado? -pregunté.
-Sí. Por culpa de la artillería. El capitán me dijo que me fuera por culpa de la artillería.
-¿Y no tiene familia? -pregunté, vigilando el otro extremo del puente, donde los últimos carros bajaban deprisa la pendiente de la orilla.
-No -dijo-. Sólo los animales que le he dicho. Al gato, naturalmente, no le pasará nada. Un gato sabe cuidarse, pero no quiero ni pensar qué va a ser de los otros.
-¿En qué bando está usted? -le pregunté.
-Yo no tengo bando -dijo-. Tengo setenta y seis años. Llevo andados doce kilómetros y creo que ya no puedo seguir.
-Este no es un buen lugar para pararse -dije-. Si puede llegar, hay camiones en el desvío a Tortosa.
-Esperaré un poco -dijo-, y luego seguiré. ¿Adónde van esos camiones?
-A Barcelona -le dije.
-No conozco a nadie en esa dirección -dijo-, pero muchas gracias. Se lo repito, muchas gracias.
Me miró sin expresión, cansado, y a continuación, necesitando compartir su preocupación con alguien, dijo:
-Al gato no le pasará nada, estoy seguro. No hay por qué inquietarse por un gato. Pero a los demás, ¿qué cree que les pasará a los demás?
-Bueno, probablemente tampoco les pasará nada.
-¿De verdad lo cree?
-¿Por qué no? -dije mirando la otra orilla, donde ya no había carretas.
-Pero ¿qué harán cuando empiece el fuego de la artillería, si a mí me dijeron que me fuera por culpa de la artillería?
-¿Dejó abierta la jaula de los palomos? -pregunté.
-Sí.
-Entonces saldrán volando.
-Sí, seguro que saldrán volando. Pero los demás. Más vale no pensar en los demás -dijo.
-Si ya ha descansado, yo si fuera usted me iría -le insistí- . Levántese e intente andar.
-Gracias -dijo, y se puso en pie, avanzó haciendo eses y volvió a sentarse sobre el polvo, dejándose caer.
-Yo lo cuidaba los animales -dijo sin energía, pero ya no hablaba conmigo-. Sólo cuidaba a los animales.
No se podía hacer nada por él. Era Domingo de Pascua y los fascistas avanzaban hacia el Ebro. Era un día gris y las nubes iban bajas, por lo que sus aviones no volaban. Eso, y que los gatos supieran cuidarse solos, era toda la buena suerte que tendría aquel hombre.


jueves, 30 de julio de 2015

"El arquillo del aquelarre" , anónimo.

 "El arquillo del aquelarre" , anónimo

El siguiente cuento lo encontré en una antología de la editorial Bruguera , libro el cual lleva por nombre Las mejores historia de fantasmas . En mi opinión es un buen cuento el cual nos remonta a las leyendas urbanas , debido a que , la siguiente historia esta inspirada en el nombre de un lugar de alguna parte del mundo. 


El arquillo del aquelarre

Mathieu Wilman era, sin lugar a duda, el mejor violinista de la pequeña ciudad y del país de Bouillion. Desde varios lustros, su violón hacia bailar, en diez leguas a la redonda, a los recién casados y a sus invitados; siempre era él quien en la fiestas populares atraía el mayor número de parejas, de jóvenes y de viejos, con su melodía simple y seductora. En las fiestas familiares sabía hacer reír o llorar a los que le escuchaban , haciendo vibrar su instrumento como un mago; además era muy popular y gozaba de la simpatía de todo el mundo.

Era el 15 de diciembre del año de gracia 1450. En la granja del molino Hideux, en Noirefontaine , se celebraba un gran banquete en ocasión de la boda de la hija mayor con un poderoso granjero de Curfooz. Había un gran número de invitados , abundaba comida y bebida y reinaba la alegría.

Al terminar la comida se iniciaron los preparativos para el baile . Los bailes, para todos los gustos , se sucedieron sin descanso , y la fiesta se prolongó hasta la madrugada; ya era muy tarde cuando nuestro músico , cansado , determinó marcharse a su casa.

Se hicieron esfuerzos inimaginables para disuadirlo. Unos porque su partida significaba el fin de las canciones y los bailes; otros por piedad y consideración hacia este hombre de avanzada edad que debía recorrer un largo camino antes de llegar a su destino.

- Quedaos, padre Mathieu- le decía uno - ; el viento sopla del norte y hiela hasta las piedras , y los bosques que debéis atravesar no son de fiar ; sin contar los lobos y los jabalíes, están los salteadores . Y dicen que los brujos celebran en él su aquelarre.

Pero todo fue inútil . Mathieu había prometido volver hacia la media noche y quería, a cota costa, mantener su palabra.

-Llevo una excelente provisión de vino en el estómago - replicó el testarudo ardenés -. Con mi esclavina forrada y mi bastón , desafío a lobos y ladrones. En cuanto a las brujas o diablos , si acaso me los encuentro, los haré bailar al son de mi violón. ¡ Y sea lo que Dios quiera !

Los jóvenes se reían de esta salida, mientras otros criticaban su testarudez . Insistieron hasta el final, pero fue inútil . Entonces quisieron que le acompañara el mozo, pero él se negó rotundamente , alegando que no temía a nada ni a nadie.

Acto seguido , Mathieu se envolvió cuidadosamente en su amplia capa, se ciño su instrumento a la espalda , en bandolera, cogió su nudoso bastón , saludó cordialmente a los invitados y se marchó con la sonrisa en los labios .

Con paso firme se dirigió a Bouillon . El cielo estaba bastante estrellado y el viento había disminuido. Sólo hacia un poco más de un cuarto de hora que andaba , cuando el cielo se cubrió repentinamente de opacas y amenazadoras nubes que sumieron la tierra en una casi total oscuridad. Entonces el músico empezó a arrepentirse de haber rechazado el cómodo albergue que le había ofrecido y que tan soberbiamente había rechazado. Por un momento deseó volver sobre sus pasos , pero era demasiado orgulloso para reconocer que había tenido miedo. ¡Ah! , sí, se reirían de él, se burlarían ...No, esto no podía ser. Y a pesar de la progresiva oscuridad , apretó el paso, con la mirada fija al  frente , marchando al compás , con la cabeza erguida, confiado y resuelto... Pero no  tardó en darse cuenta , para su mayor sorpresa , de que se había equivocado de camino. ¡Ésto ya era el colmo! ¿ Y que hacer ? ¿ Continuar o volver atrás ? Continuar solo serviría para perderse más; envolverse en su capa y acostarse bajo un árbol no le parecía seguro; podían comérselo las alimañas o morirse de frío. Los copos de nieve caían aquí y allá ...Pero mientras apoyado con las dos manos en su grueso bastón , Mathieu sufría una penosa ansiedad, he aquí que de pronto vislumbró una tenue  luz en la lejanía.

<< Ah, debe de ser una cabaña de leñador>>, se dijo, con nuevos ánimos. E inmediatamente quiso encaminarse en aquella dirección; pero apenas había dado tres pasos, la luz desapareció.Se paró, golpeó el duro suelo con su bastón ferrado y profirió un horrible reniego que resonó lúgubremente en el silencio sepulcral de la inmensa y desierta campiña. Y entonces volvió a parecer la luz. Después de unos segundos de duda, Mathieu decidió proseguir , con la mirada obstinadamente fija sobre el tan codiciado objeto.  Sólo se oía el rechinar de sus pasos en la reciente capa de nieve. El camino le pareció desmesuradamente largo, y sólo después de muchos esfuerzos y peligrosísimos saltos, logró llegar al Camp des Montagnards, lugar donde se encontraba la luz hacia la que se dirigía con los tantos esfuerzos desde hacía tantas horas ... Pero su sorpresa fue enorme cuando de pronto se encontró ante un castillo de magnífico aspecto y del que nunca había oído habla... Con sus ojos enormemente abiertos miraba, miraba ... Y vio pasarlas elegantes siluetas de los bailarines  ante las cortinas de las amplias ventanas , muy iluminadas , como negras sombras , movidas por una seductora melodía. De vez en cuando llegaba a sus orejas zumbantes ruidos de voces. Y miraban miraba sin cesar, plácido lleno de estupor y de temor... Al fin , sin poder contenerse más, decidió satisfacer su exacerbada curiosidad.

Después de dar varias vueltas al inmenso edificio , ya desesperado de encontrar la puerta de entrada , cuando se le apareció un viejo , que de repente se puso a tocar la trompeta. Un puente levadizo, que Mathieu no había visto hasta aquel momento , bajó inmediatamente ; el violinista respondiendo a la invitación del viejo, penetró en la mansión totalmente iluminada.
Había una multitud de hombres y mujeres de todas las edades, ricamente vestidos y adornados con carísimas joyas. Unos participaban en una suntuosa comida mientras otros jugaban a las cartas, al dominó , o a algún otro juego de azar; no obstante, la mayor parte bailaba incansablemente en una inmensa sala, , decorada con gran lujo e inundada por una resplandeciente luz. Una música hechizadora marcaba el paso de los bailarines. Reinaba una gran animación en todas partes; gritos de alegría y comunicativas risas llenaban el aire perfumado de las distintas salas que se comunicaban entre si.

Mathieu estaba allí, clavado en su sitio inmóvil como una estatua , maravillado por todo aquel lujo que lo trasportaba hasta enmudecerlo,  cuando vio que se acercaba a él un hombre de elevada estatura , de mediana edad y simpática apariencia, que le preguntó que deseaba. Balbuceó algunas palabras; luego, con voz dudosa que ponía en evidencia su azoramiento, dijo: 
-Señor del castillo, soy un pobre músico perdido en el bosque; dignaos permitirme pasar la noche en un rincón de vuestra mansión; me marcharé al amanecer. 
La persona a la que Mathieu había dirigido su ruego con tanta humildad , accedió con un simple movimiento de cabeza. Con una señal indicó a un paje que tomara el violón del músico y lo colgara en un clavo de oro que brillaba sobre el ruco tapiz de la sala de baile. Este personaje , de misterioso aspecto , sonreía de un modo extraño, y allí donde su mano tocó el instrumento , ennegreció instantáneamente, como si esa mano, a pesar de su finura y lozanía, hubiese sido de fuego.  
Impulsado por una irresistible curiosidad,Mathieu Wildmart empezó a examinar el lugar donde se encontraba ; pero en vano intentó reconocer a alguno de los personajes que le rodeaban. Al parecer , nadie se preocupaba de au presencia insólita , en este ambiente tan elegante como ruidoso.  
Escuchaba, escuchaba... Miraba, miraba... Y entonces descubrió, no lejos de él, sobre una mesa dorada, un violón que en nada se parecía al suyo, pues era incomparablemente mas bello:una forma impecable, madera reluciente, adornos de plata y piedras preciosas. Y enseguida sintió un incontenible deseo de utilizarlo. Se apropió del instrumento y se dirigió, fuera de sí, hacia el estrado en que estaban los músicos - violinistas como él -, que tocaban a las mil maravillas, sin interrupción, las melodias mas endiabladas. Pero cuál sería su sorpresa al reconocer entre ellos a un amigo , muerto hacía treinta años , que le había dado las primeras lecciones de violón.  
- Virgen Santa , apiadaos de mí - gritó.  
Y en el mismo instante, los músicos, los bailarines , los jugadores y el mismísimo castillo , todo desapareció ante sus confusos ojos.  
Cuando a la mañana siguiente, los invitados del Moulin Hideux que, por prudencia, habían aplazado su partida , volvían a sus casas, encontraron a Mathieu Wildmart tendido sin conocimiento al pie de in enorme abeto.  
- El padre Mathieu no escogió un lugar muy agradable para dormir- , no pudo aguantarse de comentar un invetero bromista.  
- Eres muy original- dijo otro.  
- Sin duda alguna - observó un tercero 
- Y un hombre precavido- añadió el cuarto - . Fijaos, llevaba consigo dos arquillos de violón, para no quedarse sin poder tocar si se le rompía uno de ellos.  
Le fraccionaron luego, después de levantarlo con mucha precaución, le dieron un poco de aguardiente. Poco a poco volvió en sí, abrió con esfuerzo los ojos, y al fin, se dio cuenta de la situación. Atribuyó al frío intenso la causa de su accidente, pero se guardó bien de mencionar las visiones infernales que había tenido. Juntos se dirigieron hacia Bouillon, donde se despidieron como buenos amigos.  
Cuando llegó a su casa, Mathieu examinó detenidamente el arquillo que había llegado a su poder de una manera tan extraña. Un escalofrío sucedió a un sentimiento de terror, al constatar que este arquillo era un hueso humano trabajado con gran meticulosidad. Pero su sorpresa fue absoluta al leer sobre los ricos adornos de plata, el nombre de in habitante de Bouillon, considerado, y con justo título, como una persona que echaba maleficios, es decir, un brujo. Un malestar inexplicable se apoderó de todo su ser. Se tomó una tisana caliente de plantas y raíces, se echó en su camastro, y esperó que anocheciera... 
Al atardecer se fue por caminos apartados, a casa de este hombre de mala reputación, que vivía en la colina de Auclin. Con el corazón, que le saltaba del pecho, abrió la ruinosa puerta que cedió sin resistencia alguna. Al ver al que buscaba le dijo , saludándolo con voz muy queda, como la de un niño asustado:  
- Compadre, aquí traigo un arquillo que pa pertenece, creo; me imagino que lo habéis perdido en alguna gira.  
-¡Ah!- dijo Durand, con la boca muy abierta.  
-Lo encontré por casualidad, y os lo devuelvo.  
 -¡Ah!- respondió el viejo brujo, aceptando el objeto.  
Y permaneció unos instantes sin pronunciar una palabra, tanta era su emoción. Hizo un esfuerzo para dominarse y dijo al fin, con una voz ligeramente velada:  
-¡Oh, oh! Mathieu, la pasada noche debiste descubrir cosas muy singulares y ...una palabra sobre ello... Me haría mucho daño... 
-¡Dios no quiera que yo hable de ello, compadre! 
-Mathieu , sois un gran hombre. Hacéis bien en guardar silencio; pues si me quemasen vivo, cosa que seguramente ocurriría si se enterasen de que me visteis... Donde , bien lo sabéis, también podrían iros mal las cosas.  
Mathieu , un poco confuso, quiso marcharse , pero Durand lo llamó y, acercándose a su oído derecho, murmuró con voz muy baja: 
-Decidme, Mathieu : ¿ quiénes son vuestros enemigos? Esta noche echaré un maleficio sobre sus animales, o incluso les puedo contagiar a ellos mismos alguna enfermedad depresiva que acabará con ellos para siempre.  
-No tengo enemigos- contestó tímidamente Wilmart-, y Dios no quiera que desee el mal del prójimo.  
-Entonces, ¿en qué puedo seria útil? Decidme, os escucho, estoy a vuestras órdenes, Mathieu.  
-¡En nada!- contestó resuelto el violinista, que maquinalmente se dirigió hacia la puerta:se ahogaba.  
-Hablad con franqueza , Mathieu : ¿ qué queréis de mí? Como recom... 
-Nada, Durand, absolutamente nada, os lo repito. No obstante, me siento muy feliz de poder devolveros un arquillo tan bello.  
-Un arquillo extraordinario, este arquillo del aquelarre. Pero debo regalaros algo, un don, padre Mathieu , como recompensa de vuestro servicio.  
Mathieu Wildmart iba a protestar, explicando su desinterés , cuando una voz misteriosa dijo : <<Dale esa bolsa >>. Y al instante , apareció un hombre de siniestro aspecto , que no estaba en casa del brujo cuando llegó Marhieu. El violinista quiso huir, pero una fuerza invencible le retuvo ; sus piernas temblaban y su frente se cubrió de sudor. 
-Acepta- le dijo Durand. 
-Sin duda será una obra de malos espíritus - objetó con timidez el violinista.  
-Es un talismán - respondió el desconocido con una cierta arrogancia-. Un talismán que puede utilizarlo sin temor un cristiano.  
Mathieu permaneció mudo e inmóvil; un estremecimiento recorrió todo au cuerpo. 
-Dale esta bolsa- prosiguió Durand. Le gustará hurgar en ella, pues siempre contendrá seis libras parisis , de gran valor.  
-Si esta bolsa es obra del diablo !que sea condenado!- añadió el extraño personaje , riendo amargamente. 
Estas palabras parecieron convencer y tranquilizar a Mathieu , que alargó una mano temblorosa y aceptó el tentador presente. Luego, envolviéndoselo en su amplia esclavina, huyó como un malhechor en el crepúsculo. 
Mathieu Wildmart , que finalmente había sucumbido a la tentación, tantas veces hurgó en la bolsa maravillosa, que en poco tiempo se convirtió en propietario de una bonita casa y se puso a vivir como un rico burgués. Nada jactancioso, ¡ no, eso no! , pero algo orgulloso, es decir, un poco vanidoso... No obstante, continuaba haciendo bailar a la gente en las fiestas y festines; sólo que ahora poseía una mula para sus desplazamientos y un criado que le llevaba su violón.  
Sin embargo, la nueva manera de vivir del violinista excitó algunos celos en la pequeña ciudad de Bouollón y provocó miles de habladurías contradictorias... Inacabables chismes circulaba por la plaza para extenderse mas allá... Se discutió, se insinuó... Y la versión mas extendida era que Mathieu había encontrado un tesoro que escondía en algún lugar secreto. Pero nadie osaba hablarle de ello, ni tan sólo aludir a la nueva situación, pues todos lo querían.  
No obstante, Mathieu tenia cuatro sobrinos, que eran hermanos , con los que no tenía ninguna relación debido a su conducta. Bebedores infatigables y vagos incorregibles, vivían de la rapiña y de otros medios de existencia no menos condenables. Un día que estaban de juerga, la conversación recayó sobre la fortuna de su tío, y el mayor dijo:  
- El tío Mathieu es rico, todos lo sabemos; y sólo nosotros podemos heredar su fortuna. Lo que pasa es que no parece querer reventar. Los tiempos y son duros... ¿ no es cierto? Entonces... 
-Entonces hagámoslo reventar- dijo uno de ellos sonriendo. 
- ¿ y por qué no? - añadió el mas cínico de los cuatro.  
-Por supuesto, si no quiere morir amablemente... - añadió el más joven.  
Y la conversación que había empezado en in tono de broma macabra, tomó otra cariz; matarían al tío Mathieu.  
Enterándose de que un sábado por la noche debía de ir a La Grenelle, le fueron a esperar en el borde del bosque:el violinista no pudo evitar el destino. Cuando llegó llegó a una peligrosa encrucijada, los cuatro tunantes salieron de su escondite y se echaron a la vez sobre su victima, que pereció en pocos segundos... Pero apenas habían empezado a vaciar sus bolsillos, un individuo de siniestro aspecto, apareció de repente, se lanzó sobre el cuerpo, sacó de la alforja una pequeña bolsa y desapareció diciendo: 
- este es el fruto de mis dones- . 
Una risa siniestra , estridente, execrable, siguió a esas palabras.  
Los asesinos de Mathieu fueron aprensados y juzgados rápidamente. Se dice que la justicia los hizo colgar en los árboles en cuales se escondían antes del asesinato. Es por ello que ese lugar lleva por nombre : La encrucijada de los cuatro hermanos. 




lunes, 20 de julio de 2015

"La noche del vals y el nocturno" de Francisco Tario

"La noche del vals y el nocturno" de Francisco Tario 

El siguiente cuento es obra del mexicano Francisco Tario , el cual, en su libro La noche nos muestra una maestria para narrar usando personajes nada cotianos a los que estamos acostumbrados . En ésta ocasión los personajes son música. Espero les guste.

La noche del vals y el nocturno

Me hallaba yo en un ángulo de la terraza, sofocado por la furia de la danza. Los músicos, en el interior del salón, limpiaban sus frentes rojas y el director de la orquesta ordenaba su corbata blanca. Lánguidas parejas de enamorados discurrían por los jardines húmedos cuyas emanaciones no eran más sugerentes que las de las mujercitas pálidas. La luna, rosada, alta, era una extraña perla suspendida misteriosamente sobre el mundo ...
Invisible y bello, contemplaba yo el espectáculo calladamente junto a los muslos de una dríada de mármol.
Entonces, cuando mi abstracción era absoluta
, percibí una voz tan dulce que igualaba las melodías más dulces de mi música. Atendí, notando que la voz me hablaba.
-¿Quién eres? – pregunté en seguida, sin lograr distinguir figura alguna.
-Adivina- insinuó la voz muy tiernamente.
Me llevé un dedo a los labios, inclinándome sobre la balaustrada. Luego tomé entre mis dedos una madreselva y balbucí:
-¡No sé!
-Adivina…
- ¿Eres también música? – sugerí
- Sí, soy música- respondió la voz alada.
-¿Cuál es tu residencia?
-Adivina…
-¿El templo acaso?
-No.
-Confiesa al menos. ¿Qué hacen los hombres mientras te escuchan?
-Lloran- suspiró
Comprendí muy claramente.
-Eres el nocturno- dije.
Oí su risa alegre, ligera, tan cristalina como una cascada.
-¡Yo soy el vals! Prorrumpí intimidado por primera vez en mi vida.
-Ya lo sé- declaró el nocturno -. Descubrí de lejos tu plumaje… ¿Quieres que paseemos? ¡La noche es tibia!
Yo dudé, reflexionando:
" Si me ausento ¿qué bailarán los hombres?"
Mas era tal mi fascinación, que propuse: 
-Espera. ¡Voy a pedir permiso!
Y, rápidamente, temiendo que a mi regreso el nocturno huboera huiso, busqué en el salón al director de orquesta. No tardé en encontrarlo y cuchicheé con él, esforzándome porque el dueño de la casa no me oyera.
-Esta bien. Ve y regresa pronto.
Salí a la intemperie , con la emoción retratada en el semblante.
-¿Vamos?- me invitó el nocturno . Descendimos a los jardines y caminamos largo trecho en silencio.
-¡Quiero verte!- supliqué al cabo , venciendo mi orgullo. Pero la voz me instó a callar, posando un dedo invisible en mis labios.
-¡Aguarda!-
Dejamos atrás veredas sombrías , sobre las cuales goteaban los árboles; graciosas y frescas praderas donde la hierba era muy tierna; arroyos diáfanos  y sollozantes que saltaban entre los hongos; una alameda bordeada de violetas; un bosque...
Yo dije, extenuado:
- sentémonos.
-¿ quieres realmente conocerme? -  preguntó mi compañero.
-¡Sí!- grité con todas mis fuerzas.
Y vi su silueta inmóvil, sus cabellos negros y brillantes, sus ojos profundos y oblicuos , su boca fina, su porte lánguido. Sin duda alguna era aquél un personaje sumamente melancólico.
- cuéntame tu historia - sugerí, intrigado.
- mi historia es muy sencilla - repuso.
- ¿ de quién naciste?
- según los hombres, de un músico enfermo y una duquesita romántica.
- pero ¿ en realidad?
- en realidad, fe un rayo de luna y una magnolia.
-¡ fue bella ti cuna!- exclamé observándole . 
-¡ oh, bella y blanda, sí!- a mi nacimiento acudieron personajes célebres: La nieve, el céfiro, la espuma blanca del mar, las flores. Y tuve presentes riquísimos: Sándalo, granates, luces de bengala, leche fresca, corales...
-¿ dónde naciste? - le interrumpí, molesto.
- en un bosque de amarantos. De ahí que mi vida sea eterna.
Me eché a reír.
-¡Eterna!- repetí- . ¡Si supieras que yo he de sobrevivirte!
-¿Con qué cuentas?-me preguntó muy ingenuamente.
-Con el amor de los hombres, ¿ no es suficiente? ¿ tú?
-Con su dolor.
No supe qué replicar, humillado. Pero argüí un poco más tarde:
-Mi vida es más intensa que la tuya. ¡Soy más popular que tú!
-Tal vez- admitió.
-No hay festín en que yo me figure
Reyes, príncipes, emperadores del universo eterno solicitan mi  presencia
-Tal vez- repitió.
-Conozco palacio de mármol en los cuales a ti no te habrían franqueado la entrada... Increíbles salas, rosadas , azules y verdes, con los muros tapizados de seda, y em cuyos interiores danzan aristócratas , poetas y vírgenes... Monumentales terrazas de pórfido, con estatuas de náyades y efebos... Jardines de cipreses,álamos o mimosas , por entre cuyos troncos mi música se desliza maliciosamente...¡Soy un tirano de todas las maravillas creadas!
-Tal vez- volvió a decir.
Exasperado, me puse en pie.
-¡No hay violín en el mundo que no haya besado mi música!
Calló.
-¡No hay corazoncito femenino que no haya pensado en entregarse escuchándome!
Siguió en silencio.
-¡Soy capaz de sacudir una montaña con mi ritmo! Puedo provocar un cataclismo: burlar las rutas siderales , precipitar unos ríos contra otros. ¡Puedo sacar el mar!
Le vi sonreír y esto acabó por desesperarme.
-¡Tú no puedes hacer nada de esto!- grité.
Y oí como mi voz , prodigiosamente ampliada , retumbaba en los abismo y se propagaba por la llanura.
-¡Escucha!¡Escucha!- imploré a su oido.
Un vals arrebatador y magnífico, vertiginoso y sensual, atronó el espacio. Luego quedó en suspenso la noche y se fueron apagando las luces en los pueblos. Cuando todo pareció dormido y una melancolía fatal abrazaba al mundo, mi compañero se inclinó hacía mi, que escuchaba tendido sobre la hierba.
-¿Por qué lloras?- le pregunté muy satisfecho -. ¿Tanto te ha conmovido mi música?
Él seguía llorando, llorando , y yo dije, arrepentido de mi soberbia:
-¡Perdóname si te he hecho sufrir!¡No quise herirte!
Pero su llanto era cada vez mas amargo. Me estrujaba el corazón.
-¡Calla,calla, no llores!- exclamé ahora, acariciándole los cabellos-. ¡No llores más!
Súbitamente fui advertido que también yo lloraba que las lágrimas de mi compañero se mezclaba con las mías, igual que el rocío del alba con la lluvia nocturna. Su llanto me abrazaba las manos; sus gemidos me dolían agudamente, me punzaban. Ya mo había una sola luz en la noche: la luna se había apagado. Ya no había un murmullo: el viento se había detenido. No existía un sólo contorno: todo estaba vacío, vacío...
Me sentí olvidado, cual si todo hubiese sucumbido y yo fuera el último habitante sobre el planeta. La angustia me dominó ; creí asfixiarme. Y fue tan grande, tan profunda la pesadumbre que se apoderó de mí, que rompí a gritar con todas mis ansias , con todo el poder sobrenatural del vals que estremece las conciencias de los hombres.
-¡Calla!¡Calla ya!
Pero aquel llanto pío, dulce , era más fuerte que mi voz frenética. Y, aterrado, enloquecido, con los cabellos de punta, chorreantes las ropas de tanto llorar, huí rumbo al palacio. Salté la tapia, crucé los jardines, escalé la terraza , me asomé al salón. Pero ¡oh desdicha!
Chopin, ante un piano abierto, movía lánguidamente sus manos pálidas. Y el nocturno lloraba, lloraba, con un dolor que prometía ser eterno en el silencio frío de la noche.